Crónica de viaje: La Casa Museo del poeta Miguel Hernández en Orihuela

Contracorriente
3 min readJul 25, 2024

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Allí, bajo la cárcel, la fábrica del llanto,
el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
el casco de los odios y de las esperanzas,
fabrican, tejen, hunden (las cárceles)

Seguro que yo debo haber rozado los quince años cuando me empezó a gustar la poesía, conste, leerla. Si bien he escrito algunas cosas, son saliendo del corazón, pero no técnicamente sino como sentimiento. He leído por ahí a un poeta salvadoreño, quien dice que todo mundo quiere escribir poesía y algunos no pueden. ¿Qué importa?, ¿Qué importa si lo que tienen sale de la emoción y no hay deseo de ganarse la vida escribiendo poesía? Bueno, yo he sido de esos, de los que no pueden pero les gusta. Casi como esos muchachos que gritan desaforadamente una jugada de Messi, frente a una cerveza y una pantalla, no pueden, pero les emociona.

“El rayo que no cesa” , escrito en 1936 fue lo primero que cayó en mis manos viniendo del corazón de Miguel (me tomo licencia para llamarlo así, como si fuera mi amigo): “… se me durmió la sangre en la camisa, y se volvió el poroso y áureo pecho una picuda y deslumbrante pena… “ ¿A quien no le tiemblan las manos al leer esto? Así fuí leyendolo, con mas amor que conocimiento. Ese mismo año, en el 72, Serrat sacó un disco de larga duración con diez poemas de Miguel, cantados en esa maravillosa voz del catalán, ese disco le dio una imagen fuerte y poderosa, aunque ya la tenía a mi juicio , por su poesía tan emotiva y profunda, tan de verdad, tan de la vida y tan de su experiencia.

De cuando en cuando, leía un libro del poeta, así pasaron por mis manos Perito en lunas, Viento del pueblo, Cancionero y romancero de ausencias y el hombre acecha, y cada vez me enternecía el reflejo de la vida del poeta. Un día me dije, “Quisiera conocer Orihuela” eso me vino después de leer (y escuchar) “Elegía”:

A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero

Pues, me han dicho que una vez llegan las oportunidades y no vuelven a pasar, no es cierto, lo cuento, si bien había estado en el 98 y en el 2005 en España y no era la primera vez, en 2016 fui invitado a un congreso en Alicante, para hablar sobre lo que es mi segundo amor (el primero es, lo saben, Gabriela) los moros y cristianos o Historiantes en El Salvador, y me prometí ir y fiel a mi incumplimiento de promesas, no lo hice.

Ocho años mas tarde, vuelvo a ser invitado a un segundo congreso del mismo tema, esta vez en Gandía, Valencia, no tan lejos de Alicante y un poquito mas de Orihuela, y decidí ir. No les cuento las peripecias que pasé, básicamente solo, subiendo y bajando de metros, de autobuses y de trenes con dos maletas en la espalda, debo haber parecido húngaro que es como mi abuela llamaba a los gitanos que de vez en vez aparecían por el país de inicios de siglo. Agradezco eso sí, la compañía de amigos como Daniel, Miguel, Manolo, Pepe, Javier, Ana y sus compañeras, Jorgito, Manfredo y ojalá no olvide a nadie, otros que me hicieron posible platicar con alguien en este viaje.

Llegué a Orihuela saliendo de Alicante (una hermosa ciudad) y bajé del tren para cruzarme la calle y encontrarme una cafetería, desde donde lo primero que encontré fue esto:

Una estatua de Miguel al salir de la estación del tren.

Luego me dirigí hacia el hotel que ya tenía bajo reserva, y posteriormente a buscar donde comer, en efecto, encontré una pizzería donde me atendieron muy amablemente, pizza y tinto de verano, fabulosa elección. A las cuatro de la tarde, me fui caminando, buscando la casa de Miguel, y fui recibido con mucha amabilidad por tres compañeras, que me contaron que era yo el primer salvadoreño por esos lugares, me dieron una vuelta por el lugar, me presentaron un video y luego, me han llevado a la casa de Miguel, una estancia modesta, sencilla, humilde. Muy bien mantenida, con adecuaciones museísticas, como la de las cabras de Miguel y el huerto inspirador, mantenido con hortalizas e higueras.

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“Tus ojos en el camino, tus manos sobre el timón”

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