¿Dónde comer? En pizzería “la clásica”
La pretensión de lo original
¿Pizza en El Salvador? Hasta puedo decir cuando sucedió que las pizzas empezaron a aparecer en el país, cuando todavía, lo único que comíamos los fines de semana, eran pupusas revueltas, de queso, de chicharrón, de frijoles o de crema. Sí, de crema les decían. Las primeras pizzerías debieron asomar su cara por el marco de la puerta del paísito: 1973, pizza boom empieza a emitir publicidad para que la gente vaya a comer pizza a su local allí por la Alameda Enrique Araujo.
Detrás de la boom aparecieron las demás: Nova, Bambinos, Little Caesar, Hut y en fin, el resto. Parece ser que no es un asunto demasiado complicado hacer pizzas, cada uno tiene su propio toque en la harina, la masa, los ingredientes, la creatividad. Las hay de masa alta, mediana, baja, tostada, con distintas distinciones, cualidades. No hay pizza mala, solo gustos distintos, creo.
El domingo recién pasado, a medio día fuimos a “pizzar”, primero nos preguntamos dónde ir y luego fue de caminar hacia el lugar. ¿Vamos a “La clásica”? , vamos pués, dije. Ya antes fui un par de veces al lugar, de noche y de sentarme afuera, cerca del parqueo. Esta vez, pues, domingo y siendo que estaban arreglando la calle, no podían pasar vehículos al estacionamiento, incluso dejé la camioneta sobre Masferrer.
El nombre del sitio parece sugerir “calidad”. Sin duda, debe ser un buen almuerzo, me dije. Así que, llegamos y entramos al restaurante. Nunca antes había entrado sino hasta esta vez, siempre comí afuera: mucha luz, muy claro, y relativamente vacío. Buscamos una mesa cerca de la ventana y empecé a notar que el lugar estaba con muy bonitos adornos en las paredes, pero también me pareció descuidado en ciertos aspectos que antes, no noté. No son tantas las cosas débiles del sitio, pero cuando sumas los detalles, te das cuenta de lo cierto del refrán: “En los detalles está el diablo”.
Me encantó una pared cerca de donde me senté: fotografías de una Marilyn Monroe, rodeada de las fotografías de sus “amores”: John Kennedy, Robert Kennedy, Marlon Brando, Tony Curtis, Frank Sinatra, y creo que Arthur Miller. Una fotografía de un tal “Juan Francisco” también estaba ahí, me pregunté quien sería y mi compañera me dijo: “es el que hace las pizzas aquí”. ¿Cómo sabes? Ah es que me sale en mis redes. Bueno, pasé de ello.
Los colores usados son rojo y blanco en las paredes y las mesas, clásico, sin embargo empecé a notar detalles físicos del lugar: las sillas están como envejecidas o descuidadas, el aire acondicionado parece estar cayéndose y una mesa estuvo con papeles de servilletas en el suelo desde que llegamos. Me dio la impresión de suciedad y no me gustó.
Nuestro pedido adelantó los refrescos, una horchata de morro decente, ni buena ni mala; unos nuditos de masa de harina de pan muy resecos para mi gusto, una falta de creatividad en la salsa acompañante, tomate puro con poco gusto. En mi cabeza bajé puntos, y aunque mi compañera me decía que se miraban bien, yo expresé mi valoración y además, dije por qué. ¿Calientes? sí. ¿Con sabor? menos del que hubiera deseado.
Luego llegó la pizza, una “margarita” de ocho porciones, calientita, con una masa delgada muy buena, y queso suficiente, servida en tabla de madera, buen toque, en un dispositivo que hace que la pizza quede arriba de la mesa, incómoda para servírtela, sabor perfecto. El queso extra que esperas, el parmesano que encuentras en otras pizzas comerciales en botecito, ahí te lo entregan en una bolsita de una onza, con suerte; el picante en botecito de marca de supermercado. ¿El precio? accesible
El encargado de servirnos preguntó, como siempre: ¿Qué tal su servicio? muy bien! dije, excepto por los nuditos, a mi gusto (solo a mi gusto) muy resecos. Creo que es mejor ir de noche, no te fijas tanto en los detalles. No, no es tan clásico.