EL ASALTAREFRIS
En aquellos días de un reciente pero no maravilloso pasado, signado por la claustrofobia generalizada, nos llegó la noticia refrescante de un perro asaltarefris. En otro momento, la noticia seguramente nos habría llegado en alguna plática mojada por unas cervezas, unos cafés o unos dulzones güacalitos de atol de elote. En cambio, esta pandémica era que nos toca vivir, nos trajo la noticia en la publicación del muro de Facebuc de un amigo de muchos de nosotros quien, por esas coincidencias de la vida, es el propietario, amo o padre del mencionado asaltarefris.
La noticia por supuesto requería más detalles. Así supimos que el mencionado can responde al nombre de Silvio y que su mamá es la Audrey, domiciliados ambos en la misma dirección.
Estoy seguro que mucha gente se interesó en la noticia, A mí me picó de manera especial porque en la publicación, su amo de casa, reconocido en el mundo del facebuc como San Julio, al dar el detalle de lo Asaltado por Silvio, mencionó que el objeto depredado de la refri había sido una rica y mieluda semita de piña. El detalle me hizo clic, inclusive a nivel gastronómico, pues para mí una de las parejas perfectas que existen es el café con semita de piña. Entonces pensé que podía entrevistar a San julio, o mejor aún, al mismísimo Silvio, el asaltarefris.
Por esa razón y utilizando los misteriosos medios de la comunicación extrasensorial hombre perro, le hice a Silvio tres preguntas sesudas y capté de las mismas ondas etéreas, las respuestas del tal Silvio.
La primera pregunta fue ¿te gusta solo la semita? A lo que el susodicho respondió cánidamente: ¡n’ombre! también me gusta el marquesote, la María Luisa y la torta de yema; los salpores también me gustan, pero son muy resecos y me dan algo como soco.
La siguiente pregunta fue directo al punto: ¿Cómo fue el hecho que te señalan haber cometido? Y el Silvio, con aplomo me dijo: Puesiesque vos sabés que al San Julio le gusta el pan dulce, aunque ya le ha dicho el doctor que debe evitarlo por motivos de salud; yo huelí la semita desde que San estaba abriendo la puerta de la entrada, y me puse contento. Como siempre muevo la cola cuando él llega, San pensó que era por su llegada, pero al menos esta vez era por la semita.. Yo creí que se la iba a comer de una vez y me daría un pedacito, porque ya me conoce, ¡pero no! el carajo la puso arriba de la refri y se fue a hacer sus volados. Yo me quedé chiflando en la loma y con ganas de semita.
Después de eso, traté de disimular mi hambre semitera comiendo lo que había en mi plato, pero ¡güechos! Yo ya estaba clavado en que quería semita y nada me sacó la idea de la cabeza.
¿Entonces Procediste? Sí…bueno, en realidad me estuve haciendo el loco, jugando y platicando con mi mami Audrey. A ella no le dije nada, porque me iba a regañar y prevenir que no me buscara líos. Esperé que ella y todos se durmieran y cuando ya todo estaba oscuro fui y me empiné sobre la refri para alcanzar la semita. La jalé un poquito con mis patas y después la agarré con la boca, es la ventaja de ser un poquito trompudo.
¡Estaba rica la semita! Me la comí toda yo solito, no le di ni a mi mami Audrey. Al día siguiente, cuando iba a tomarse su café el San Julio fue por la semita, según él. Solo halló la bolsa vacía en el suelo, mordida y babeada.
¡Ah, cuando se dio cuenta! Me quería aplicar el chancletazo, pero rapidito volvió a la cordura, aunque estaba bravo. Ustedes lo hubieran visto: por un ratito se puso colorado y quería decirme a saber qué, pero al fin solo me dijo: la próxima vez, traigo un pedazo también para vos. Y yo me fui al patio moviendo la cola.
AEM
11102020