Virtualidad y aprendizaje: el retorno a la “nueva normalidad”
Una de las grandes arremetidas sociales de la pandemia, después de la salud, estuvo en la economía y la educación, esta última ha sido herida de manera profunda.
Cuando la pandemia se originó, no teníamos idea de cuanto tiempo estaríamos sufriéndola ni como sería de brutal su daño social. En educación eso ha sido tremendo, y lo comento: Fuimos obligados todos, docentes y estudiantes a introducirnos en la virtualidad, el uso de las tecnología y modificar nuestros estilos de educación, a veces de forma radical.
Pensábamos equivocadamente, que los profesores no podrían con el encargo, y que los estudiantes sobrepasarían las habilidades del profesor en el uso de las tecnologías de la información, comunicación y educación. No era así, los profesores, motivados por hacer su trabajo y mantener su empleo, buscaron subirse al raudo ferrocarril que significaba la “nueva modalidad”, mientras el estudiante mostró sus reales capacidades: conocía de redes sociales pero no de tecnologías de información, educación y comunicación. Varios estudiantes y varios docentes no fueron capaces, y aunque no tengo el porcentaje, fueron mas los que lograron ponerse al nivel esperado.
Fuimos descubriendo que la modalidad virtual o en línea tenía variadas formas de mejorar el proceso educativo: nos permitió usar videos, simuladores, podcasts, tener conferencias internacionales de forma virtual, generar nuevo conocimiento, usando lo que tenemos a disposición, y aunque no todos los docentes, lo usan, sí pasa con la mayoría.
También intuimos riesgos: ¿Cómo garantizar que la evaluación del estudiante refleja su aprendizaje de conocimiento?, no es un problema con el desarrollo y evaluación de facultades o competencias, lo que llamamos “el saber hacer”, al menos en ciencias sociales en donde las capacidades de analizar, reflexionar, proponer, planificar, valorar, y demás, son evaluables a partir de productos tales como artículos, textos, ensayos, etc. No siendo lo único, pues tuvimos una debilidad en el campo de la acción concreta, el resultado práctico.
En el aprendizaje de conocimiento y su evaluación, nos enteramos que existe la posibilidad -quizá no desaprovechada- de favorecerse con la revisión de las clases, la consulta a los amigos, la búsqueda en internet de las respuestas a la prueba.
Ello ha implicado una preocupación para el docente: ¿Cómo evitar ese riesgo?, ¿Cuánto del programa de la asignatura ha sido asimilado por el estudiante en estos tres años en que la virtualidad fue reina en la educación?, ¿De qué tamaño es la brecha aprendizaje — programa, que hemos creado en estos tres años?
Este es el momento de despegue del retorno a la nueva realidad conformada por muchas mas tecnologías que antes del 2020, pero también con estudiantes que tendrán ciertos niveles de falencia con respecto a los programa.
Sugiero, propongo, imagino, algunas ideas para enfrentarnos:
- Los estudiantes de la escuela básica, media y superior, deberían tener una evaluación de sus conocimientos por parte de los profesores para enterarse del no aprendizaje y contar con un programa de nivelación que resuelva parcialmente esa situación.
- Dejar ya de lado, la comodidad de una evaluación superficial para pasar a una evaluación con el rigor académico que debe tener la valoración del aprendizaje.
- El docente debe esforzarse, debe planear, crear, estar permanentemente en la rebusca para asombrar, interesar, y provocar al estudiantes, tanto como con el uso de técnicos, como de contenidos.
- Promovamos la lectura, ya sea en libros, dispositivos o el mismo teléfono. Leer es una forma universal y probada de conocer, de aprender. No se puede dejar de lado que también los videos son importantes, aunque tienen la debilidad de ser superficiales y genéricos.
- Motivemos la asistencia a clases, ya sea de forma coercitiva como de manera volitiva.
Estoy seguro que hay mas formas de enfrentar esta nueva etapa, que tiene el lastre de las debilidades de la virtualidad y que nos deja con grandes posibilidades en el uso de las nuevas tecnologías disponibles, creadas precisamente, en el marco de la pandemia.